Día del Misionero Diocesano
“Una iglesia que es generosa y abre su corazón a las misiones, Dios la bendice y la bendice abundantemente”.
La Delegación de Misiones ha organizado el Día del Misionero Diocesano, una jornada de
acción de gracias al Señor, que bendice abundantemente las vocaciones a la misión en nuestra
archidiócesis, de ud hacia nuestros misioneros, por su entrega al servicio del evangelio y de
animación a los laicos para que puedan conocer y experimentar la riqueza de vivir una experiencia
misionera.
La parroquia Santa María de Benquerencia de Toledo acogía esta celebración misionera, que
estuvo presidida por el Sr. Arzobispo, D. Francisco Cerro Chaves, acompañado de algunos obispos,
sacerdotes y familiares de algunos misioneros, que apoyaron con su presencia y oración este día de
recuerdo agradecido hacía nuestros ciento veinte misioneros que se encuentran lejos, anunciando el
Evangelio por el mundo. Algunos de los misioneros presentes en la vigilia compartieron su
experiencia como misioneros.
El P. Manuel Mellado García – Suelto, durante casi catorce años estuvo de misionero en la
Prelatura de Moyobamba, en la actualidad es el párroco de Ocaña y celebra en este año sus bodas
de plata de ordenación Sacerdotal. En la Vigilia compartió sus recuerdos, la llegada a la selva
peruana, donde según sus palabras pasó casi la mitad de su vida sacerdotal, “un lugar muy hermoso
pero entonces con grandes carencias”. Recordó como aquellos primeros sacerdotes que llegaron a la
Prelatura vivían en pequeñas comunidades, vivían la fraternidad sacerdotal, el “ser sacerdote”,
compartían con la gente el Evangelio y eran acogidos por la comunidad, no por quienes eran sino por
lo que representaban, a Jesucristo. Para terminar su testimonio el P. Manuel repasó las riquezas que
su paso por la misión han aportado a su vida, destacando una actitud, la de acercarse a la gente con
humildad, el tener paciencia con el ritmo de vida de cada uno, el saber distinguir lo esencial de la
vida y descubrir la vitalidad y la fuerza del Evangelio, que cura, sana y resucita la vida de quien lo
acoge.
El P. Gustavo Molina Gómez, misionero en Villa El Salvador, en Lurín, relató sus inicios como
misionero en la parroquia Jesús Nazareno. Recuerda aquellos primeros momentos de encuentro con
la misión, como años bonitos donde aprendió a adaptar el corazón al ritmo de la gente. Tras un
tiempo en España, para el cuidado de sus padres, en el año 2018, se incorpora nuevamente a la
misión en la parroquia Cristo de Pachacamilla, donde agradece el trabajo bien hecho por los
sacerdotes que les precedieron, al encontrar una parroquia muy viva y necesitada de la presencia de
los sacerdotes. Según sus palabras “El estar allí supone una gozada permanente, no te cuesta lo que
tienes que hacer, simplemente dejarte llevar por lo que el Espíritu va haciendo, por lo que el Señor te
llama y dejarte llevar por lo que los seglares te están pidiendo”.
Tras la Vigilia de oración, el Sr. Arzobispo presidió la Eucaristía, en la que concelebraron Don
Braulio Rodríguez, arzobispo emérito de Toledo, Don Hugo Nicolás Barbaro, obispo de San Roque
(Argentina), Don Domingo Oropesa, obispo de Cienfuegos (Cuba), Don José Mª Calderón, Director
Nacional de OMP y un grupo de sacerdotes diocesanos muy cercanos a la misión.
El Sr. Arzobispo al comienzo de la homilía, anunció su próximo viaje misionero a Cuba,
acompañado por el Delegado de Misiones y un grupo de diez jóvenes, que colaborarán en las necesidades pastorales de la diócesis de Cienfuegos. Y ha resaltado los hermosos testimonios de los
misioneros, señalando que “no sé que tienen las misiones que cuando uno las prueba, la vida ya es
otra cosa, es otra realidad…”.
Las claves que Don Francisco marcó en su homilía fueron la acción de gracias a Dios por ser
una archidiócesis misionera “una iglesia que es generosa y abre su corazón a las misiones, Dios la
bendice y la bendice abundantemente…”, pidió oraciones por los misioneros en nuestras parroquias,
que los laicos, vida consagrada, seminaristas y sacerdotes descubran la dimensión misionera en su
vida y no tengan miedo a dedicar un tiempo, en sus vacaciones, a vivir una experiencia de misión y
por último Don Francisco nos animó a descubrir la importancia de la misión ad gentes, la labor que
realizan los misioneros y las necesidades que tienen muchos de nuestros hermanos, les impulsa a
salir a las periferias, movidos por su pasión por evangelizar, llevan a Cristo por todo el mundo y por
todas las realidades, porque “Dando a Cristo lo damos todo…”.